jueves, 25 de marzo de 2010

Introitus

Y qué bien que suenan los puñetazos de las películas; sobre todo en la barriga. Y los actores cómo aguantan: se doblan, tensan abdomen, hacen hukk, o hfff, o hmmp, se enderezan y vuelven a la lucha, a repartir. Nótese que el contrincante, por lo general, se quedará observando los estragos de su ataque, y esperando educadamente la respuesta del enemigo, ya sea ésta gancho de izquierda o sillazo en la crisma. Si la peli es muy mala, después de intervenir la chica que los hace disputar (porque, amigo, cherchez la femme!) se abrazarán fraternalmente, más viriles y gallardos que nunca, perlados los bíceps de aséptico sudor.
      En parte por eso me gustó Fight Club: de las peleas queda cicatriz. El protagonista escupe los dientes en el lavabo, y grumos de sangre y babas cuajan en la arena del ruedo. Fincher mantiene en toda la cinta el nivel justo de mugre y esputos, posiblemente podando los excesos literarios de Palahniuk, de modo que, si no el fantástico argumento, sí la cruda esencia de la película traspase la pantalla, y nos salpique, y, coño, nos guste, claro que sí.
      Porque, fuera de la penumbra del cine, así son las cosas a pie de calle. Es verdad que el sudor de la lucha y el ser golpeado conllevan cierto orgullo atávico y nos cosquillean la testosterona; pero nada noble ni artístico hay en el forcejeo torpe con que avanzamos por el barrizal de lo cotidiano. Los puñetazos en la barriga duelen, dan ganas de cagar y te encogen los huevos durante horas. No por vencer te tirarás a la chica, ni por ser derrotado se casará contigo en el minuto 85, violines, beso en los morros y fade to black. Y, de cualquier modo, a nadie le gusta, de buena mañana, escupir los dientes en el lavabo.
      Así que al final el finolis de Quique González va a tener razón en la de Hotel Solitarios:
   
      Tengo bastante con morder algún pedazo de sueño
      para no olvidarme de las cosas importantes,
      y tener encaje, sin perder empaque.

      Y de eso, gentes, va a ir este blog. De morder pedazos de sueño. De las cosas importantes. Y de tener encaje, sin perder empaque.
      Bienvenidos.

1 comentario:

  1. es todo un honor ser bienvenidos por alguien que junta atávico, aséptico y apolíneo en un mismo texto y sale airoso en el intento. más que airoso, diría yo. la parte mala, que me muero de envidia; la parte buena, todo lo demás ;)

    se te echaba de menos por la red

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