viernes, 27 de agosto de 2010

Jeckyll abides

...que la tela no es más que un arreglo de hilos, que tu vida es una urdimbre y la alimentas de deseos...
Gala de León y Jiménez

Vale. Café. Algo de Mahler; del Mahler simpático, antes de que se le muriera el crío. Pero mirad la foto, y decidme si no estaba ya medio muerto cuando era un crío él. Llora miedo. Y es que pienso que para ciertas cabezas el mundo debe ser aterrador, por su detalle inconcebible, por la belleza atroz que gotea de cada puñado de moléculas. Pienso que para ciertas cabezas, tan complicadas, el mundo debe parecer un tapiz adimensional, un nudo de colores innombrables, tenso hasta el crujido, a una micra de la quiebra.
     No lo aguantan, claro, cómo iban a poder. Casi todos ceden, se rinden, y buscan una Arachné cualquiera, un autor, una Mano en la Capilla Sixtina, alguien fuera de la Caverna, Don Giovanni, Deus ex Machina, el Monesvol, ein Deutsches Requiem, o Yahvé, o los moais de Pascua o el Arquitecto de Matrix o la huella de Eru, lo que sea pero algo, por favor, por piedad, algo que insinúe un orden, que cuadre el puzzle, que niegue el Caos. Los embriaga el miedo al qué más da, el terror que emana de Azathoth, mil centurias más viejo que Lovecraft.

Mahler con 6 años. Tiernísimo.

     Miedo me da a mí no acabar de estar en sintonía con tantas y tan floridas neuronas; pues si tanto el común de los borregos como las mentes más sublimes han acabado hincando la rodilla ante algo (no digo sólo un Dios; basta un Dogma), cabe suponer que podrían no andar errados. Sé que la paradoja es un sobadísimo recurso, pero de otro modo no me sale; y caeré (caed conmigo) en ella por enésima vez, en el dogma contra el Dogma: el ansiado Punto Medio, oh nueva deidad del Occidente sigloveintiunesco. Digamos que si los borregos hacen beee ante un señor en pañales clavado a unos maderos, es para no oírse pensar por dentro. O, valga la doble negación, para no no oírse pensar. En cuanto a los otros, barbudos y con gafitas redondas casi todos, posiblemente por negarse a ignorar pecaron de estudiosos, y hallando el cielo atestado de páginas en blanco, buscaron cualquier idolillo o idea medio novedosa en que dejar reposar la materia gris. Ardua tarea pues hallar el equilibrio entre ambos extremos.
     No obstante, si mal no recuerdo, fue la pureza de las drogas, y no su contaminación, lo que hizo a Jeckyll perder las riendas de Hyde. Si nos ponemos profundísimos (y deberíamos, pues el señor Stevenson acabó por mandarlo todo a tomar por, y fuese a una isla tropical a verse encoger el pene), la moraleja de la historia, más que vigilar que no te echen porros en los cubatas, es abandonar esta obsesión enfermiza que aguijonea al Homo desde los tiempos del mármol y la sodomía bien entendida: la búsqueda de la esencia, de la razón última de las cosas, la partícula más pequeña, el ἄτομον.
     Da igual cuán magna sea la acción tonta que cometas: mandarle un sms a tu rubia, "tenemos que hablar", o erigir el gran Colisionador de Hadrones bajo los Alpes. Casi seguro que una respuesta no hará más que dar pie a otras diez preguntas, cual hidra gnóstica bien encabronada, y a ti, a ti te crecerá la barba para que te la puedas mesar bien con una cara de idiota similar a la que veo yo cada mañana en el espejo del baño.

Una foto bonica de estrellas.

     Que yo no digo que no quiera saber; digo tal vez que no quiero saberlo todo. Más aún cuando me da la impresión de que lo voy intuyendo, y ea, será arrogante y pretencioso, pero sabed, oh, sabed que hay tardes en que mi alma, que la tengo, hay tardes y hay noches en que mi alma es un escroto enorme, feo y dúctil en manos del firmamento todo, y es Selene misma quien me come la p
     Subo entonces a la azotea (la de SRV), y me dejo sobrevolar por las estrellas. Hay un breve ritual, mechero, vaso, Pueblo y café, y abajo ronronea la ciudad, la ciudad-mar con apnea del sueño. Ronca, ronca como un niño inmenso y salvaje, ronca en do menor, pero le fallan gargantas. Voces le faltan. Pues he sabido que hay más azoteas y más insomnes tripulándolas. He sabido que no sólo a mí me han desvelado Mahler y su foto de niño aterrorizado por el mundo mismo. Sí, de eso estoy seguro, eso lo sé, y quiero saberlo. Y nada, absolutamente nada más, señor Hyde, señor Stevenson. Jeckyll aguanta.