martes, 28 de junio de 2011

Brahms y los hijos de puta

   
 Alejandra prendió un calentador de alcohol y se puso a hacer café. Mientras se calentaba el agua puso un disco.
    -Escuchá -dijo, abstrayéndose y mirando al techo, mientras chupaba su cigarrillo.    Se oyó una música patética y tumultuosa.

    Luego, bruscamente, quitó el disco.
    -Bah -dijo-, ahora no la puedo oír.
    Siguió preparando el café.
    -Cuando la estrenaron, Brahms mismo tocaba el piano. ¿Sabés lo que pasó?
    -No.
    -Lo silbaron. ¿Te das cuenta lo que es la humanidad?
    -Bueno, quizá...
    -¡Cómo, quizá! -gritó Alejandra-, ¿acaso creés que la humanidad no es una pura chanchada?
    -Pero este músico también es la humanidad...
    -Mirá, Martín -comentó mientras echaba el café en la taza-, ésos son los que sufren por el resto. Y el resto no son nada más que hinchapelotas, hijos de puta o cretinos, ¿sabés?
    Trajo el café.


Ernesto Sábato,
Sobre héroes y tumbas
 
 


domingo, 27 de marzo de 2011

Prados verde vida

But forever I'll feed the ferryman's greed
with an empty promise for my lost soul
Tony Kakko

Quisiera recorder el reflejo
  como se mostró aquella vez.
Miguel de Segura

Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
Federico García Lorca


Si hubiera habido prados, prados verde vida, habríamos tal vez corrido por ellos, con Bombadil y los hobbits a los flancos. Si hubiera habido perros ladrando sanos, ríos, o medio bosque, en lugar de medio árbol. Si hubiera habido lagos, si el mar fueran los prados. Si hubiera habido inviernos, o estrellas, o si más allá de las torres yaciera la grupa suave de los campos. Si durara, si hubiera caído una noche sola la nieve en los tejados.
     Pero aquí era casi siempre sol, sal y arena y cal en los muros blancos; no sé, apenas recuerdo qué había entre verano y verano. Una vez vino un barco. Echó el ancla ante mis balcones, y en las tardes más sucias lo veíamos pudriendo la bahía, supurando crudo y sentina, como el cadáver de algo ya corrupto en vida, como una oda flotante al escombro y el óxido. Pasó meses vomitando tierra en las aguas: traía cada día llenas de cieno las bodegas, y allanaba el mar nuestro de cada día. Quizá nos fascinaba entonces, pero el miedo al barco que agrandaba la playa ha cuajado sólo ahora, cuando es un hecho consumado y la playa es negra y enorme, cuando las playas negras y enormes reptan y devoran la pureza de los guijarros y los sueños de los peces, y ellos se frotan los anillos en los despachos, y a veces las monedas en enjambres furiosos / taladran y devoran abandonados niños.
     La huída empezó un año de aquelos, una noche también en la playa, en el asiento de atrás de un Xantia plateado. Yo era todavía virgen y estúpido, y creí dejar de serlo cuando la Luna estalló roja entre las nubes, y el Kyrie de Mozart en la radio. Desde entonces huyo, desde que sé de otros lugares, y me contaron de Beleriand, de los Silmarils y de las brumas de Ulmo, y de las callejuelas de Arkham y de la Ciudad del Sol Poniente. Desde entonces en la penumbra de los bares busco, buscamos a Randolph Carter, y desde entonces marcho, marchamos hacia el Oeste. Creo que alguna vez pensamos en llegar, pero a Tirion se la han tragado las nubes; las águilas acechan Númenor, y Gondolin no es ya un lugar seguro. Ignoro dónde guardé la Llave de plata. Llach y Kavafis, aún así, nos hablaban a veces del consuelo.



     Ahora la verdad es otra, y nadie ladra, pero aún cabalgamos; algunos sabéis de qué hablo. Hemos hollado las flores de otros valles, hemos huido del silencio por libros de lenguajes extraños, y el viento peinaba la crin de los corceles, pero la brida ata siempre la mano. Vosotros sabéis de qué hablo, medio hermanos de lágrimas, yonquis del largo abrazo. Sabéis del jadeo seco, del galope entrecortado. Vosotros, y yo y entonces nosotros, jinetes del escalofrío, lotófagos de lo sublime, esclavos de los esclavos. Gritamos, siempre lo mismo: ¡si hubiera habido prados!
     Importa menos que nada quién se llevó el último nudo, quien desató la cinta blanca. Ahora el gris nos moja los labios, y nos pringa la piel la calima de lo cotidiano. Nos he visto en la niebla, caminando encorvados. Siempre regresamos, como de una guerra sin gloria, siempre la brida en la mano. La herrumbre chirría en los arneses embarrados, y fingimos, en un acuerdo tácito, que nos limpiamos las heridas; con el tiempo que hace que no sangramos. Sólo nos cruzamos en los tranvías, compartimos un cigarro o mordemos las mismas manzanas, y de vez en cuando, imagino que murmuramos esta luz no es la nuestra; ven, Stevie Ray; y soñamos, sí, con un Dios aficionado a los acuarios.



viernes, 8 de octubre de 2010

Intertextualidades

(...) el dia es gira
i es desfulla tediós i indolent
i el triomf de la mediocritat
senyoreja i falca l'eixam humà.
Nora Albert, Mots i brases



Así en las noches más blancas,
cuando por tropiezo agitas los geranios
y hiede
a neuronas por toda la casa,
los caballitos de mar sueñan
con un Dios aficionado a los acuarios.


Pintura de Vincent Desiderio

viernes, 27 de agosto de 2010

Jeckyll abides

...que la tela no es más que un arreglo de hilos, que tu vida es una urdimbre y la alimentas de deseos...
Gala de León y Jiménez

Vale. Café. Algo de Mahler; del Mahler simpático, antes de que se le muriera el crío. Pero mirad la foto, y decidme si no estaba ya medio muerto cuando era un crío él. Llora miedo. Y es que pienso que para ciertas cabezas el mundo debe ser aterrador, por su detalle inconcebible, por la belleza atroz que gotea de cada puñado de moléculas. Pienso que para ciertas cabezas, tan complicadas, el mundo debe parecer un tapiz adimensional, un nudo de colores innombrables, tenso hasta el crujido, a una micra de la quiebra.
     No lo aguantan, claro, cómo iban a poder. Casi todos ceden, se rinden, y buscan una Arachné cualquiera, un autor, una Mano en la Capilla Sixtina, alguien fuera de la Caverna, Don Giovanni, Deus ex Machina, el Monesvol, ein Deutsches Requiem, o Yahvé, o los moais de Pascua o el Arquitecto de Matrix o la huella de Eru, lo que sea pero algo, por favor, por piedad, algo que insinúe un orden, que cuadre el puzzle, que niegue el Caos. Los embriaga el miedo al qué más da, el terror que emana de Azathoth, mil centurias más viejo que Lovecraft.

Mahler con 6 años. Tiernísimo.

     Miedo me da a mí no acabar de estar en sintonía con tantas y tan floridas neuronas; pues si tanto el común de los borregos como las mentes más sublimes han acabado hincando la rodilla ante algo (no digo sólo un Dios; basta un Dogma), cabe suponer que podrían no andar errados. Sé que la paradoja es un sobadísimo recurso, pero de otro modo no me sale; y caeré (caed conmigo) en ella por enésima vez, en el dogma contra el Dogma: el ansiado Punto Medio, oh nueva deidad del Occidente sigloveintiunesco. Digamos que si los borregos hacen beee ante un señor en pañales clavado a unos maderos, es para no oírse pensar por dentro. O, valga la doble negación, para no no oírse pensar. En cuanto a los otros, barbudos y con gafitas redondas casi todos, posiblemente por negarse a ignorar pecaron de estudiosos, y hallando el cielo atestado de páginas en blanco, buscaron cualquier idolillo o idea medio novedosa en que dejar reposar la materia gris. Ardua tarea pues hallar el equilibrio entre ambos extremos.
     No obstante, si mal no recuerdo, fue la pureza de las drogas, y no su contaminación, lo que hizo a Jeckyll perder las riendas de Hyde. Si nos ponemos profundísimos (y deberíamos, pues el señor Stevenson acabó por mandarlo todo a tomar por, y fuese a una isla tropical a verse encoger el pene), la moraleja de la historia, más que vigilar que no te echen porros en los cubatas, es abandonar esta obsesión enfermiza que aguijonea al Homo desde los tiempos del mármol y la sodomía bien entendida: la búsqueda de la esencia, de la razón última de las cosas, la partícula más pequeña, el ἄτομον.
     Da igual cuán magna sea la acción tonta que cometas: mandarle un sms a tu rubia, "tenemos que hablar", o erigir el gran Colisionador de Hadrones bajo los Alpes. Casi seguro que una respuesta no hará más que dar pie a otras diez preguntas, cual hidra gnóstica bien encabronada, y a ti, a ti te crecerá la barba para que te la puedas mesar bien con una cara de idiota similar a la que veo yo cada mañana en el espejo del baño.

Una foto bonica de estrellas.

     Que yo no digo que no quiera saber; digo tal vez que no quiero saberlo todo. Más aún cuando me da la impresión de que lo voy intuyendo, y ea, será arrogante y pretencioso, pero sabed, oh, sabed que hay tardes en que mi alma, que la tengo, hay tardes y hay noches en que mi alma es un escroto enorme, feo y dúctil en manos del firmamento todo, y es Selene misma quien me come la p
     Subo entonces a la azotea (la de SRV), y me dejo sobrevolar por las estrellas. Hay un breve ritual, mechero, vaso, Pueblo y café, y abajo ronronea la ciudad, la ciudad-mar con apnea del sueño. Ronca, ronca como un niño inmenso y salvaje, ronca en do menor, pero le fallan gargantas. Voces le faltan. Pues he sabido que hay más azoteas y más insomnes tripulándolas. He sabido que no sólo a mí me han desvelado Mahler y su foto de niño aterrorizado por el mundo mismo. Sí, de eso estoy seguro, eso lo sé, y quiero saberlo. Y nada, absolutamente nada más, señor Hyde, señor Stevenson. Jeckyll aguanta.

martes, 25 de mayo de 2010

Neones


De la vida me acuerdo, pero dónde está.
 Jaime Gil de Biedma

Esta luz; esta luz no es la nuestra. Esta luz ni blanca, ni azul, ni nada. Esta luz que no huele, sin eco de hogueras a medianoche, ni cascabeles amarillos de arroyo joven. Esta luz de carnicería de pueblo a media tarde, esta luz de autobús nocturno, de gasolinera 24/7. Estos tubos de luz que no tienen la hombría de fundirse cada tantas horas; que se mueren durante días incontables, tísica tos de gas que agoniza, pero algo queda, deja, no la cambies aún, que tira otra semana. Esta luz; esta luz tan poco sol, que pringa el aluminio de luna falsa y se goza en los tajos del tiempo, en la piel de estepa del lunes por la mañana. Esta luz, tan lejos de Sorolla. Esta luz de los hospitales, de las consultas sin ventanas. Esta luz que no sabe del mar, esta luz no es la nuestra.
      Otra teníamos, hermanos de sangre y garra, que ignoraba cortinas, muros, y las leyes de Kepler; de noche lucía con más rabia. Sé que la teníamos, y claro que estaba en los lugares habituales: la arena de playas sin Septiembre, la discutible poesía del rock patrio, la tensa espera en los templos de hierro de la Renfe. Pero a veces vacilaba también en el contorno de un hombro, mojaba las sábanas, o arropaba, tenue, cuellos y otras curvas donde romperse los dedos.   

  
      Y creo que me acuerdo de la carrera entre los árboles, y la luz bailando siempre dos pasos por delante; por buscarla y tenerla en la boca sé que fuimos lobos, cuando invierno era sólo una palabra. Y sé que hubo un bosque. Sé que hubo cacería, y corrimos tras las corzas de ojos planetarios: sangre en la nieve y música de huesecillos crujiendo, muy hondo en el pecho. Sí, en el galope el aire quemaba como absenta, reventaba alvéolos, y temblaba como una veleta ese zarcillo rojo que algunas, compasivas, llamaron corazón.
      Esa otra luz la tenemos aún, creo, y la guardamos con celo en lugares bien insólitos. En un recodo de la retina, debajo de la lengua, entre la uña y la piel. En el perfume punzantemente familiar de una desconocida en el bus. Entre dos teclas del piano, re 3, y mi bemol. En la bandeja de entrada del Hotmail. Donde sea, pero aún la tenemos. Por eso cuando andamos bajo las farolas, cuando nos sentamos en las aulas y soportamos este aborto de la ciencia, esta parodia sin brillo, este limo color de rutina, pensamos: esta luz. Esta luz no es la nuestra.
      ¿A vosotros no os pasa nunca?

domingo, 2 de mayo de 2010

SRV

El Jazz nos cuenta su dolor -&
«nos da igual»
...Es por lo que es bello, real...

Erik Satie

Hey, Stevie Ray, ven a llorarme al oído esta noche; ven a romperme un blues en la cara. Sángrale savia a esa plancha de arce, pintada de ajado tabaco. Tensa el acero. Canten tus manos. Venga, brujo, cántame una del viejo Robert, que quiero saber de desgracias ajenas. Cuéntame de las riadas de Texas, cuéntame algo de Lenny. Cuéntame del Río: quiero oler el Sur en tu voz, las roncas sirenas de los barcos del póquer, la espesa podredumbre del Delta.
      Hey, Stevie Ray; ven a fumar un rato en la azotea. Sudaremos juntos, mascaremos la tos de caminos andados. Callaremos, codo con codo. Creo que eso hacen a veces los amigos: se oyen en el silencio, alientos cansados, estrellas rojas titilando en los dedos. ¿Y cuánto silencio y llagas mordidas no tiemblan en tus cuerdas, en tus doce compases? ¿Cuánto bourbon, para ablandarte los callos del alma? ¿Cuántos callos, para ablandar a la anciana Number one? Sí, será más bonito si no pregunto, si no contestas; pero aún así.

     
      ¿Vendrás, brujo? Tal vez te traiga de vuelta la resaca ciega del gran lago, o tal vez otro vano vuelo de ácido, vestido de cieno, coronado de algas bajo el sombrero negro. Desde la orilla el bronce, torpe, quiere recordarte, pero dónde ibas a vivir más que entre nosotros, que llenamos los bares buscándote el olvido, que miramos al techo, asustados, cuando muere la última nota: racimos de ojillos vidriosos, topos que han roto el suelo bajo el mediodía. ¿Vendrás, pues? Si no, viejo, si no vas a volver, no quiero saberlo. Prefiero esperar siempre.
      Y decir, escribir bajito: hey, Stevie Ray. Ven a llorarme al oído esta noche. Ven a romperme un blues en la cara.

lunes, 26 de abril de 2010

Matices del "casi"

Llevaba más de un mes sin encender la tele, salvo para perder a todos los juegos de la ps1 en el antro de Andrés en Valencia. En los 5 minutos que he tardado hoy en comerme el bocata, mirando la caja estúpida, me he enterado de que Ferran Adrià ya no es el mejor cocinero del mundo (oh), aunque seguramente seguirá siendo el más cretino, y de que a los valientes diestros José Tomás y Manuel Díaz "El Cordobés" les han dado un revolcón por la arena sendos toros en los últimos días. Parece que el rubiales sólo se ha roto la nariz, pero dicen en la tele que al otro salvaje casi lo matan. Casi.

      Mañana es mi cumpleaños. Habría sido un buen regalo.


Un animal agresivo e irracional. Abajo, un toro.