martes, 28 de junio de 2011

Brahms y los hijos de puta

   
 Alejandra prendió un calentador de alcohol y se puso a hacer café. Mientras se calentaba el agua puso un disco.
    -Escuchá -dijo, abstrayéndose y mirando al techo, mientras chupaba su cigarrillo.    Se oyó una música patética y tumultuosa.

    Luego, bruscamente, quitó el disco.
    -Bah -dijo-, ahora no la puedo oír.
    Siguió preparando el café.
    -Cuando la estrenaron, Brahms mismo tocaba el piano. ¿Sabés lo que pasó?
    -No.
    -Lo silbaron. ¿Te das cuenta lo que es la humanidad?
    -Bueno, quizá...
    -¡Cómo, quizá! -gritó Alejandra-, ¿acaso creés que la humanidad no es una pura chanchada?
    -Pero este músico también es la humanidad...
    -Mirá, Martín -comentó mientras echaba el café en la taza-, ésos son los que sufren por el resto. Y el resto no son nada más que hinchapelotas, hijos de puta o cretinos, ¿sabés?
    Trajo el café.


Ernesto Sábato,
Sobre héroes y tumbas